domingo, 31 de mayo de 2009

Llamado de Emergencia.

Mi mamá baila y canta como los dioses,
y ahora parece que se hizo fanática de Daddy Yankee.

jueves, 28 de mayo de 2009

(In)seguridad.


Cada vez que abro un diario, o prendo la televisión, escucho o leo que alguien fue robado, asesinado, violado, maniatado, bla bla, lo que sea.
Y no es que yo descrea de lo que me dicen los medios, porque no es que yo considere que los medios de comunicación son tendenciosos, y que generalmente buscan crear las bases para aplicar la difusión del discurso hegemónico. No, para nada. De más está decir, que tampoco es que desconfíe de quienes manejan las enormes multinacionales, que a su vez manejan las empresas, que a su vez manejan las cadenas de medios en nuestro país. Que, claramente, no es que yo piense que toda esa maquinaria no tiene ningún interés político.
No, claro que no.
Por eso, como decía, siempre escucho-leo-veo que la "seguridad" de alguien fue ultrajada por algún que otro mal viviente.
Curiosa palabra, mal viviente.
Pero bueno, no es la idea comentar mi posición político-ideológica en este momento, si no que me interesaba comentar otra anécdota.
Que tiene que ver con robos y esas cosas, claro.
Hace no mucho, pongamosle octubre del año pasado, una de las agrupaciones del movimiento político en el que milito, organizaba un Encuentro de Estudiantes. Y nos llamaron para ver si les podíamos dar una mano en la pegatina de los afiches (por pegatina, entiéndase a la acción de preparar un buen engrudo y salir por las paredes de la facultad a pegar, con engrudo claro está, los afiches del encuentro en cuestión). No voy a decir que no tenía nada mejor que hacer un martes a las doce de la noche, pero bueno, fui.
La pegatina transcurrió con normalidad, de hecho mi partida se dio con normalidad, arranqué la caminata por Av. 7, tranquilo escuchando música, como hago siempre que camino por la calle solo.
Al dar la vuelta por plaza Italia tuve la sensación de que algo me iba a pasar. Curiosamente, yo no soy de las personas que saldrían en los diarios, noticieros de actualidad, porque usualmente no me roban, ni me violan, ni (claro está) me matan, porque si no no podría estar escribiendo. Pero ese día, me dio la sensación de que mi suerte de "no-robado" se estaba por acabar. Cómo sea, seguí mi camino tranquilo y decidí doblar en calle 44.
Al doblar, sentí una presencia atrás, la clara percepción de que alguien me estaba siguiendo, y al mirar hacia atrás por una vidriera (recuerdo que soy cobarde, muy cobarde) confirmé mis sospechas. Un masculino, de más o menos mi estatura caminaba en línea recta a mi silueta, solo que unos metros más atrás.
En ese momento se me ocurrieron dos posibilidades (como verán, generalmente establezco criterios binarios para resolver las situaciones cotidianas):
a) seguir por 44, el kiosco que está a metros de 8 y vende pasajes del micro Plaza, estaba abierto con luz y había varias personas ahí, esperando el colectivo.
b) doblar en 8, nomás, aunque muchas luces no hubiera y las posibilidades de cruzarme con un transeunte fueran escasas, pero... ¿¿qué me van a hacer??
Claramente decidí doblar en 8, hacer la pantomima de desconfianza me robaba tiempo y además, no tenía ganas de desviarme, ya había caminado bastante.
Una vez más, la pereza y las decisiones estúpidas le ganaron al razonamiento conciente de un obsesivo-compulsivo.
Doblé en 8 y sentí como la sombra que me seguía doblaba conmigo, tan solo unos metros por detrás y con la seguridad de que tenía el campo libre para ejercer su propósito sin siquiera molestarse.
Al pasar por un negocio, se prendió uno de esos reflectores que se activan con el calor y no sé cómo se encienden solos y al minuto se apagan. Y en ese mismo instante, mi compañero de ruta decidió alcanzarme, y chistarme. Yo, como dije antes, venía muy choto con mi mp3, escuchando vaya a saber qué (porque la verdad no me acuerdo), pero puedo asegurar que cuando sentí la figura a mi lado, no me infarté porque tengo mucha suerte.
El muchacho no pedía mucho, solo me explicó lo que ibamos a hacer:
-Mirá, vamos a hacer esto, vos me vas a tener que dar toda la plata. -me dijo mientras tenía su mano sugestivamente en el bolsillo de la campera.
Yo sabía que adentro de ese bolsillo no había nada, pero... ¿y si lo había? La verdad no tenía ganas de angustiarme por los $30 que tenía en la billetera.
A esta invitación yo respondí gentilmente:
-Bueh -dije - si no queda otra.
Y mientras nos dirigíamos al cruce de 8 con la diagonal 77, retiré el dinero de la billetera. Y atiné, responsablemente, a preguntarle:
-¿Si te doy la plata no me hinchás más las pelotas?
Su mirada fue extraña, creo que se esperaba algo de miedo de mi parte. Pero a decir verdad, misteriosamente, yo no estaba asustado. Respondió negativamente, si yo le daba mi dinero, él se iba tranquilo.
Así que procedí, y al llegar a la esquina llegó el tiempo de las justificaciones y disculpas:
-Mirá, disculpame, yo no te quería hacer esto... es que necesito la guita. -dijo mi compañero de ruta, con la voz algo consternada.
-Y viejo, yo también la necesito... pero bueh, ya está. -respondí en tono amistoso, no podía enojarme con un muchacho de más o menos mi edad, que me estaba robando a las doce de la noche de un martes de octubtre - lo que sí, -agregué - la próxima vez, tratá de no asustar a la gente, porque casi me infartás cuando apareciste por el costado!
No sé si hacía lo más correcto, invitándolo a no asustar a sus próximas víctimas, pero bueno, tenía que decirselo.
-UH! Perdoname -me replicó, sorprendido - de verdad, no quise, perdón, no te quería asustar, es que... no, perdón viejo!
Y sí, mientras me pedía disculpas, me largó un abrazo. Y ahí estaba yo, abrazando al muchacho que minutos antes me estaba robando, en el cruce de diagonal 77 y 8, a las doce de la noche de un martes de octubre.
Después del abrazo, él arrancó para la plaza Italia, supongo que a encontrarse con sus amigos o familia y yo arranqué para el lado de mi casa, a encontrarme con mi cama cálida, con mi mp3 en mi poder y riendome de la situación que acababa de pasar.

miércoles, 27 de mayo de 2009

And the Mary Chain.



Continuando con la cuestión de los sueños, recordé hoy un sueño interesante y algo simbólico que tuve hace no mucho.

(Aclaración necesaria: no va a ser este un blog en donde solo se relaten sueños, porque a decir verdad no es que tenga tantos (interesantes), entonces después me voy a tener que empezar a robar sueños ajenos y hacerlos pasar por míos y demás cosas que no estoy interesado hacer, porque llevan mucho más tiempo que escribir material nuevo)

Entonces, decía... Hace no mucho tuve un sueño místico, religioso. Podría decir que fue una revelación, pero como no creo en Dios, ni en la virgen, ni la inmaculada concepción, ni en la iglesia ruso-ortodoxa que queda en San Telmo, creo que solo quedará en una sensación extraña a las cinco de la mañana.

La escena es confusa, pero puedo asegurar que yo salgo por una puerta, de una habitación en la que no sé exactamente que estaba haciendo. Al salir, el exterior me transporto a un lugar ajeno, algo así como una calle de Medellín (digo Medellín por poner un ejemplo, porque no conozco Medellín, ni siquiera conozco Colombia... pero por los videos de Calle 13, que de hecho tampoco son de Colombia.. pero bueno, pongamos que era una calle así urbana, de tipo escenografía de video de reggaeton) y del otro lado de la puerta, en la vereda del lugar, está Gonzalo un amigo (es válido aclarar que por los días que soñé esto, pasaba muchas horas con Gonza, así que en ese momento no me sorprendió que fuera él quien aparecía en mi sueño).

Gonzalo estaba parado, perplejo, mirando la pared donde se ubicaba la puerta por la que yo estaba saliendo. Yo, con mi mejor cara de poker (asumo, porque no tenía un espejo para verme) lo miro y le pregunto qué le pasa. Y su respuesta es concisa y algo abrumadora:

-Nacho... mirá a tu costado.

Bueno... Gran cosa, con los imperativos, loco te está exigiendo que mires a un costado, nada más... Pero al mirar a mi izquierda y focalizar en la pared urbana de tipo reggaeton del habitáculo del que estaba saliendo, me encuentro nada más y nada menos que a la virgen María.

Sí, a la inmaculada nuestra señora de la conchinchilla. La virgen, esa misma.

Resulta que esto no termina acá, porque a mí la situación me impacienta un poco, no todos los días aparece la virgen María, en la pared. Pero como, como les decía, estamos en un ambiente muy reggaetonero, resulta bastante posible que alguno de los colombianos, o lo que sean, del lugar la haya pintado en la pared. Así que, para clamar los ánimos (y tratando de convencerme de lo imposible) le respondo a Gonza:

-Gonza, debe ser una pintura, no es para tanto.

-No, Nacho, apareció recién, mientras te estaba esperando -me responde un Gonza un tanto incómodo y sudado.

Mi reacción es la esperable. Soy cobarde, pero además de cobarde, soy negador. Ante la afirmación de mi amigo, de que lo que estamos precenciando es una aparición, continúo con la negación y comienzo a intentar borrar la imagen de la pared. La situación transita entre lo bizarro y lo patético. Gonzalo está petrificado en la vereda, mientras que yo con un pañuelito que saqué de algún lugar, intento borrar a la virgen, y convencido le digo:

-Mirá, Gonza, o borramos a esta mujer de acá, o estamos fritos, porque si la virgen existe de verdad... nosotros, con todo lo que hemos pecado, ya estamos en el infierno. Y yo te aseguro que no me voy a hacer cura, porque se me aparezca esta acá.

Y en ese momento, me despierto.

5 a.m, verano, abrí los ojos y por suerte no estaba en ninguna calle reggaeton, mi cama estaba sudada, yo también, como quien despierta de una pesadilla. De hecho, para mí, fue una pesadilla.

Miro a un lado, al otro, la virgen no está, dios, Jesús, el espiritu santo, ni el gauchito gil, tampoco. Por suerte. Pero mientras voy a servirme un vaso de agua, para pasar el mal trago, me quedo pensando si no habrá sido una revelación, pienso que tendría que consultar un teólogo, o hacerme el desentendido.

Elijo hacerme el desentendido y, como no me puedo dormir, prendo Warner TV, aleluya dios todo misericordioso, están pasando Friends.

martes, 26 de mayo de 2009

Lugo(nes).


Solo sé que no soy hijo de Lugo (el presidente de Paraguay), porque mi mamá tiene 52 y a Lugo le gustan las pebetas.

Juan Carlos Asco.

Se trata del asco.
Asco es una palabra fuerte, grave en su acentuación, resulta que no lleva tilde porque las palabras graves terminadas en N, S o vocal, no llevan tilde. ¿Y quién lo dijo? Juan Carlos Asco, que seguro lo decidió en su oficina de Puerto Madero, mientras su secretaria (probablemente rubia y tetona, con algo de colágeno en los labios) le servía un licuado de banana con leche. Porque parece que Juan Carlos Asco no quiere olvidar su pasado popular.
Y se trata de que nos de asco, todo esto, que nos produzca náuseas.
Ocurre que leí un post de un amigo, al que le tiraron una piedra en la cabeza (que se abrió y sangró por un buen rato, hasta que un médico de guardia le tiró una onda y le cosió unos puntos) solo por ser gay.
Sí, por ser gay y estar abrazándose con su novio, tranquilo en la calle. Por decidir vivir su vida, por abusar de la libertad. Porque nosotros, los putos, gays, homosexuales, o como más te guste llamarnos... tenemos una libertad condicionada.
Somos graciosos, y tenemos que ser inteligentes y ácidos, pero recibimos miradas violentas, que nos reprimen, cuando queremos comentar lo que hacemos en casa, con la persona que amamos... "la vida privada, adentro de la casa", comentan mientras cuentan cómo sus parejas heterosexuales lxs complacieron por la noche.
Nos vestimos bien, sabemos convinar los colores, pero se nos reprueba cuando comentamos sobre el pullover que nos compró algún novio. Shhh, te lo regaló un amigo ¿sí? No me hagas quedar mal.
Nos gusta el buen cine, y vamos a la ópera, somos claramente más cultos que un hombre heterosexual, pero seguro que no podemos arreglar un caño roto, o una fuga de gas. Menos que menos jugar al fútbol, no sea cosa que en el vestuario nos tentemos y le toquemos el miembro al novio de María.
Somos tantas cosas, tanta porquería.
No seas maricón; te van a romper el orto; y?? siempre solo, vos... cuándo vas a traer a tu novia?; está todo bien con los putos, eh?? yo no discrimino; ese que pasó era un puto!; son todos putos los borrachos del tablón; policía puto; puto, trolo, marica, loca, comilón, tragasables, y así también: torta, camionera, machona, marimacho, machoman, travesaño, trava, trapo.
Y a mí todo esto me da tanto, pero tanto, pero tanto asco.
Que tal vez en algún momento me sorprenda, y pueda caminar de la mano, contento, disfrutando un día de primavera.

lunes, 25 de mayo de 2009

Perón, Perón, gran conductor.



Tuve un sueño un tanto extraño...
Mi relación con las fantasías oníricas se ha incrementado desde un tiempo a esta parte. Creo que no hay un motivo particular, pero lo cierto es que... o yo sueño más, o evidentemente eso de que uno siempre sueña y después cuando se levanta se olvida, era cierto.
La cuestión es que por estos días, ya hace bastantes en verdad, pero como decidí volver a escribir en este blog recién hoy, no puedo decir que fue ayer que soñé esto (porque ayer soñé que me iba a Bolivia y que comía en un Mc Donald's de Tacos, varios tacos que estaban muy ricos y les ponía abundante salsa picante)...
Cuestión, soñé que nos sentabamos a comer empanadas con el General Juan Domingo Perón.
Sí, Perón, el primer trabajador.
La situación transcurre más o menos así:
Estabamos en una mesa larga, de esas que uno se imagina encontrará en un palacio, o una cena de gente importante. Hasta ahí no había nada fuera de lugar, yo estaba sentado en la cabecera, a mi izquierda podía reconocer a uno de mis mejores amigos, Esteban y a mi derecha (y es aquí cuando me quedo perplejo, hasta en el sueño)... Perón.
No cualquier Perón, digo, no el Perón del '74, que comodamente cenaba en España con el Generalísimo y que ya a esa altura usaba traje. Perón del '45, con insignias y chaqueta verde. Estaba sonriente el General, parecía agradarle la idea de estar sentado en una mesa conmigo y mi mejor amigo Esteban.
Todo transcurría con la normalidad que puede transcurrir una cena con un estudiante de Marketing, un estudiante de Letras y un ex Presidente, que marcó a fuego la historia de un país, cuando en eso, llega una bandeja con empanadas. A simple vista, pude reconocer que eran las empanadas fritas que hace mi Mamá.
Debo dedicarles un párrafo a parte a las empanadas fritas de mi Mamá. Más allá de las cuestiones edípicas y de que todo hijo ama la comida de su madre, las empanadas de mi Mamá son realmente únicas. Puede hacerse un sondeo entre las personas que las han probado para que den cuenta de lo que estoy asegurando.
Como decía, llega una bandeja de empanadas fritas y yo me entusiasmo un poco, porque no todos los días como empanadas de mi madre y son mi comida favorita. Cualquier compañero Nac & Pop, podría decirnos que está muy bien que mi comida favorita sean las empanadas fritas, porque el pueblo come empanadas y es una comida tradicional y nacional. Pero... al General no le gustaban las empanadas, o por lo menos eso aseveró en mi sueño, mientras que el N/N que servía, le ofrecía y él muy correctamente denegaba la oferta.
Yo, sin titubear, decidí explicarle:
-General, cómase una empanadita.
-No, gracias m'hijo, no me gustan las empanadas.
-Pero, mire General, que son las empanadas fritas que cocina mi madre, son exquisitas.
-No, gracias gracias.
-Me extraña, General, que siendo tan popular, usted no quiera comerse una empanadita. -le dije en un acto de atrevimiento.
La cena siguió normalmente, o por lo menos no hay otro momento que recuerde tan vivamente, pero como todo en mi vida, tenía que rematar la cena con algún comentario, porque yo soy de los que siempre quieren quedarse con la última palabra. Y, esperando una reacción positiva del General, ya que no le habían gustado las empanadas, decidí comentarle (en tono de confesión)...
-General, yo, como buen egresado del Colegio Nacional La Plata, era marxista-leninista, pero cuando lo conocí a usted.... me hice PERONISTA!
Y en ese preciso instante me desperté, sudado y preguntándome cómo había llegado a semejante conclusión.