jueves, 6 de agosto de 2009

A esta hora exactamente*.


A esta hora exactamente, hay un niño en la calle….
Es honra de los hombres proteger lo que crece, cuidar que no haya infancia dispersa por las calles, evitar que naufrague su corazón de barco, su increíble aventura de pan y chocolate, poniéndole una estrella en el sitio del hambre. De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo, ensayar en la tierra la alegría y el canto, porque de nada vale si hay un niño en la calle.
Todo lo toxico de mi país a mi me entra por la nariz, lavo autos, limpio zapatos, huelo pega y también huelo paco. Robo billeteras, pero soy buena gente, soy una sonrisa sin dientes. Lluvia sin techo, uña con tierra, soy lo que sobró de la guerra, un estomago vacío, soy un golpe en la rodilla que se cura con el frío, el mejor guía turístico del arrabal por tres pesos te paseo por la capital. No necesito visa pa' volar por el redondel, porque yo juego con aviones de papel. Arroz con piedra, fango con vino, y lo que me falta me lo imagino.
No debe andar el mundo con el amor descalzo, enarbolando un diario como un ala en la mano. Trepándose a los trenes, canjeándonos la risa, golpeándonos el pecho con un ala cansada. No debe andar la vida, recién nacida, a precio, la niñez arriesgada a una estrecha ganancia, porque entonces las manos son inútiles fardos y el corazón, apenas, una mala palabra.
Cuando cae la noche duermo despierto, un ojo cerrado y el otro abierto, por si los tigres me escupen un balazo. Mi vida es como un circo pero sin payaso. Voy caminando por la zanja haciendo malabares con 5 naranjas, pidiendo plata a todos los que pueda, en una bicicleta en una sola rueda. Soy oxigeno para este continente, soy lo que descuidó el presidente, no te asustes si tengo mal aliento, si me ves sin camisa con las tetillas al viento. Yo soy un elemento más del paisaje, los residuos de la calle son mi camuflaje, como algo que existe que parece de mentira, algo sin vida pero que respira.
Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle, que hay millones de niños que viven en la calle y multitud de niños que crecen en la calle. Yo los veo apretando su corazón pequeño, mirándonos a todos con fábula en los ojos. Un relámpago trunco les cruza la mirada, porque nadie protege esa vida que crece y el amor se ha perdido, como un niño en la calle.
Oye a esta hora exactamente hay un niño en la calle...


*Calle 13 y Mercedes Sosa - Canción para un niño en la calle

lunes, 3 de agosto de 2009

Detesto, o detesto a, o detesto que:


*Los metrosexuales (generalmente son grasas).
*John Travolta (no sé bien por qué, pero me produce ira).
*Los fanáticos de star wars, que se creen que son el jedi de río cuarto (tienen que considerar una terapia).
*Que la persona que te gusta, te diga "somos amigos, no?" (con qué necesidad?!)
*La navidad y las fiestas, máximos exponentes de la hipocresía familiar (tampoco me gustan mucho las fiestas patrias, salvo porque dan feriados).
*Los gimnasios y la gente que dice "me voy al gym" (aún así, he decidido empezar el gimnasio, tengo que canalizar la ira por algún lado... y qué mejor viaje psicoanalítico, que yendo hacia el uno de los epicentros de ella??).
*La música hardcore (¿quién puede ser feliz escuchando todo ese griterío?)
*La gente que busca la felicidad en todas partes (con esto me refiero a la felicidad material, la otra llega sola).
*La gente que todo el tiempo está hablando de cuánto: leyó, viajó, probó, hizo, comió, vivió, chupó, garchó, etc (se puede hacer todo eso y ser considerablemente más humilde).
*Los amores a primera vista (me hubieses avisado antes...)
*La gente que hace astrología, feng shui, tai chi chuan, rei ki, kurasawa y el pequeño pene del mono japonés (este es definitivamente un odio infundado).
*Los vegetarianos (si la carne te da asco... te entiendo, pero los vegetarianos ideológicos me producen urticaria).
*Alejndro Marley (representa el típico estereotipo de persona gay detestable).
*El sushi y todos sus derivados orientales (me estoy empezando a reconciliar con el lejano oriente, gracias al cine y a algunos escritores)
*Los fanáticos, de lo que sean (y con esto entro en terrible contradicción).
*La gente que se la pasa hablando de la moral y de los derechos humanos. Para después ir y cagarse en todo (hay tantos y tantas...).
*Los personajes que se compraron Eco-Sports (y los odio porque no es una camioneta 4x4, solamente lo simula... es el colmo de la berretada).
*La gente que habla por nextel (o mejor dicho, la que usa el tono de nextel alto, para que todos y todas nos enteremos que están hablando por handy).
*Se tiren pedos en el micro (sé que es inevitable a veces, pero detesto fumarme el olor).
*Bob Esponja (otro odio infundado).
*Estar apretado como un matambre en un boliche (para eso no pagué la entrada)
*Los caniches y demás perros, chiquitos e histéricos (lo mismo va para sus dueños)
*Lxs gerontes que se cruzan en el camino, cuando uno llega tarde a la facultad.
*Lxs niñxs, hasta los quince, no lxs tolero (y creo que tampoco lxs tolero después de los 15... pero eso todavía no lo decido).
*Los/as pendeviejos/as (a ver si vamos aceptando que pasamos los treinta hace rato...).
*Marcelo Tinelli (a este lo detesto de verdad).
*La gente que no entiende que tiene que cuidar lo que dice (regla básica de convivencia y civismo).
*etc.
*etc.
*etc.

domingo, 2 de agosto de 2009

Derrotar a la bestia.

Estoy muy orgulloso de mi mismo.
Ayer, aparentemente, logré derrotar a la bestia.
Hacía ya casi dos años que me perseguía, que me acorralaba y me hastiaba, pero c'est fini. Hoy vuelvo a respirar en paz.
Fueron muchas las cosas que pasamos juntos, porque hace casi dos años que tenemos una convivencia casi permanente. Hasta me atrevería a decir que por momentos vivimos cosas lindas. Las bestias no siempre son personajes oscuros y crueles, pueden disfrazarse y adquirir la imágen que uno quiere que tengan... pero tarde o temprano muestran su verdad y comienzan a herir.
Mi bestia tuvo muchas idas y vueltas, aunque debo aceptar que muchas de ellas fueron solo en mi cabeza. Cuando pasó su hora, es decir cuando se cansó de ser amable y pertinente, todo se dio vuelta y empezamos a vivir la pesadilla.
A la hora de dormir, aparecía en mis sueños y se reía, me miraba fijo a la cara y se reía. Creo que no es miedo lo que me causaba la bestia, sino una terrible angustia que me crecía desde el fondo del pecho y me estremecía cada uno de los músculos, entumeciéndome hasta el último surco del cerebro.
Pero al parecer ayer todo terminó, y fue un final pacífico. En el que se podría decir que ella y yo decidimos terminar todo de común acuerdo.
Seguramente la vuelva a ver, una y otra vez. Pero esta vez yo voy a ser quien tenga el chaleco anti balas puesto. Y ni ella ni yo vamos a terminar heridos, porque sabemos que todo habrá quedado en los anecdotarios y las bitácoras de nuestra memoria.