miércoles, 5 de diciembre de 2007

Sleepyhead.


Descripción personal: De dormirme en todos lados.


Situación nº1:

Clase de Lengua II, un martes cualquiera de marzo, ocho de la mañana. Calor, mucho calor. La cursada se hace insoportable. A mí los deícticos o no deícticos me resbalan por el quinto forro de las pelotas. Hace calor, estamos apretados. ¿Cuál es el argumento en el discurso de agradecimiento de China Zorrilla porque recibió un premio? Menos me importa.
La profesora habla, explica, dice muchas veces "¿Sí?". Muletilla de profesora universitaria, por cada sí le quemaría un pucho en el chupín ese de jean que tiene puesto.
Pero, en lugar de amargarme pensando en cuánto golpearía a esa mujer y en cómo me encuentro imposibilitado (primero: por una cuestión de situación social, ella es profesora y yo alumno, si le pego, no apruebo nunca más en la vida; segundo: por una cuestión de que el género me desfavorece, si la profesora en cuestión tuviera pito, tal vez no estaría tan mal visto que yo me levante y al grito de "cerrá la boca, pelotuda" le cruzara un puñetazo en el costado derecho de la cara), agarro y me duermo una siestita.
Las siestas en clase de Lengua II, eran de las más intencionales.


Situación nº 2:

Clase de Griego II, un martes cualquiera de cualquier mes, 10 de la mañana después de la clase de lengua II.
Traducimos Platón, hay una parte de la traducción de textos en griego antiguo que no me seduce. Creo que empieza cuando tengo que leer el texto y termina cuando copié la última parte de la traducción.
En síntesis: detesto traducir.
Le toca leer a un compañero, que empieza a explicar como se dio cuenta que lo que para mí era un jeroglífico en arameo puro, para él era una subordinada de no me acuerdo ya que mierda, y que se dio cuenta porque el verbo estaba en subjuntivo (yo lo más cerca del subjuntivo que pasé fueron las conjuntivitis que tuve en el año 2003, que me dejaron el ojo a la miseria).
Yo hago un esfuerzo, ya me dormí una siestita en Lengua, tengo que aguantar, pero los ojos me pesan mucho. Doy el primer cabezazo, se me cae el cuadernillo con las 23 hojas infernales de Platón. Me doy cuenta de eso y decido salir a lavarme la cara y comprarme una Coca Cola. Procedo. 15 minutos después estoy durmiendome de nuevo.
Logramos superar la primer hora y la profesora nos da un recreo, el tan ansiado recreo de las once. Es el único momento de la clase en que yo estoy realmente lúcido, cuando dicen que nos podemos ir. La profesora hace un comentario y a tono de chiste agrega:
"Porque hubo algunos alumnos que dormitaron toda la primera hora, o no?" y con sus ojitos rechonchos me mira directamente a la cara, increpándome.
Risas generales, la clase se da vuelta y me mira (ahí es cuando más los detesto, nerds de mierda, ni que nunca se hubiesen dormido en una cursada. Ni que Griego fuera tan divertido como para espantarse si alguien se echa una mona) a lo que yo respondo:
"¡¡Es que usted no me entiende profesora, estoy muy estresado!!".
Caras de asombro generales, sí, quedé como un pelotudo.
Las siestas de Griego no fueron intencionales en todo el año, se daban así.


Situación nº 3:

A la vuelta de un recital o salida X, madrugada, pegandome una ducha, aprovecho para lavarme los dientes así mato dos pajaros de un tiro.
Tengo el cepillo en la mano, la lluvia calentita que me cae, la pasta en la otra mano.
De repente todo desaparece.
Y al momento siguiente me encuentro desnudo, en la ducha, con el cepillo de dientes y la pasta uno en cada mano, respectivamente. No entiendo la situación, no entiendo cómo llegué hasta ahí. Miro hacia un lado, miro hacia el otro, respiro a ver si ya me cepillé, efectivamente lo hice. No sé si me pasé jabón, si me lavé la cabeza. Procedo con la ducha como si recién me hubiese metido, preguntándome qué pasó.
Las siestas parado en la ducha, son las más peligrosas.


Situación nº 4:

Charla X organizada por agrupación política a la que pertenezco, tardecita de verano-primavera (al momento resulta de poca importancia).
Discusión interesantísima sobre riquezas naturales, según el disertante nos están dejando en bolas y nosotros ni cuenta que nos damos. Yo le creo, todo me resulta sumamente interesante, escucho animado. No creo que participe activamente de la discusión, pero soy un perfecto oyente.
De repente, algo empieza a merodear la humilde sillita de universidad pública que estoy ocupando.
Sí, es de nuevo esa sensación de... sueño.
Una vez más, los parpados pesados, la cabeza que se me va hacia los costados y podés creer que al disertante le gusta dar la charla en semicirculo y tengo tanta mala leche que me tocó sentarme justo AL LADO de él.
Lo miro de reojo y me empiezo a abanicar a ver si puedo manterme despierto, pero se me cae la revistita que está oficiando de abanico.
El semi-circulo es lo más hijo de puta desde que voy a charlas y disertaciones. Lo hacen a propósito, porque por ejemplo, si estás en una clase de algo y no leíste y te querés hacer el boludo, te sacan la ficha en seguida. Si leíste pero resulta que la noche anterior no fue buena, el bebito de abajo del departamento lloró toda la noche, la humedad era insoportable, pero no te daba para prender el ventilador, o lo que sea y no pudiste dormir bien... y tenés sueño, también se dan cuenta y todos te miran con cara de "qué irrespetuoso que sos".
Y si por puta casualidad, sos como yo y te dormís en cuanto lugar tenés a mano... también te cagan.
Las siestas en las charlas y disertaciones son las que más vergüenza me dan.

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